¿Qué pa, qué pa, que pacha? De nuevo con ustedes… Me gustaría hablaros de mi primera salida al exterior después de 3 años. Salí gracias a los blogs porque volvimos a ganar otro premio. ¿Alguien tenia que recogerlo, no? Pues ese alguien, fui yo.
El día 29 de enero de 2008 nunca lo olvidaré. Y sobre todo no olvidaré el momento en el que se abrió la puerta del centro para salir de programada.
En el primer bar que entré, me pedí una coca-cola y flipe. Ya ni me acordaba de lo que era un hielo y un limón. Aunque duró muy poco tiempo, fue increíble. La verdad es que mereció la pena, porque fuimos al Ayuntamiento de Barcelona, en la plaza Sant Jaume. La entrega de premios fue en la Sala de Cent, pero antes de la ceremonia me llevaron a otra sala en la que conocí al alcalde de Barcelona. También conocí a algunas personalidades del mundo de la comunicación. Imaginaros… yo allí entre toda aquella gente… La verdad es que no hubo ni un momento en el que estuviera tranquilo. Además, me hicieron salir a recoger el premio al atril, ¡qué vergüenza! Pero bueno, los 40 minutos que estuve en la calle valieron la pena. Hacía mucho tiempo que no sentía tantas emociones juntas y además tan bonitas.
Ahora recuerdo a los niños corriendo tras una pelota, el mirar hacia adelante y saber que la vista se te pierde porque no hay alcance… ¡son cosas qué tenía olvidadas!
Pero no solo vi, también escuché… el sonido de los vehículos, nuevas voces, el ruido inconfundible del metro, los perros ladrando… Parece una tontería, pero aquí dentro, los ruidos que escuchamos habitualmente, son los siguientes: las llaves de los funcionarios, las puertas cerrándose, los timbres de aviso (para levantarse por la mañana, para ir a comer), ¡y gritos, siempre gritos!
Otro sentido que deleité fue el gusto… Recuerdo que a la vuelta paramos en otro bar y pedí un bocadillo de lomo con bacon y una coca-cola. Todavía se me hace la boca agua cuando recuerdo el pan crujiente y el bacon bien hecho. Umm… ¡me hubiera comido 4! Pero, realmente, con los nervios, me costó comerme hasta el primero.
Del tacto, no puedo decir mucho, sólo sentí situaciones que en la calle se viven diariamente. Secarse las manos con la máquina del aire caliente de los bares, beber en una copa de cristal,…
El olfato… sabía que iba a pasar por una panadería antes de verla, el humo de los coches, la gasolina, los perfumes de la gente y sobre todo la CALLE. Ese olor que jamás cambiará: “El de la libertad”.
Por momentos pensé que era un tío importantísimo…
Pero el momento que más me gustó, aunque no os lo creáis, fue la vuelta… Cuando entré en el metro todavía era de día, y al salir, ¡qué pasada… la NOCHE. La calle estaba llena de la humedad esa típica, que se ve cuando hay focos. Todo estaba tranquilísimo. Nunca había tenido tantas ganas de salir corriendo, en línea recta y sin parar. Pero no, sabía que no valía la pena.
Ahora tendré que esperar algún permisillo, que en ese sí que disfrutaré. Pero no penséis mal, ¿eh? Disfrutaré, pero con CONTROL.
Con estas palabras me despido hasta el próximo artículo. Aprovechar cada momento de vuestras vidas y apreciar lo que tenéis. Hacer que no sea cierto el siguiente dicho: “no sabe uno lo que tiene, hasta que lo pierde”.